La casi totalidad de los olivos que vemos cultivados como bonsáis, están formados de manera que parecen a bonsáis y no olivos cultivados en los campos.
A pesar de que la apreciación por estas formas cónicas, típicas de las coníferas, está muy extendida, yo creo que podemos disfrutar de muchas otras formas con nuestros bonsáis, sin temor de las críticas de los otros aficionados. Podemos intentar reproducir las formas de los olivos en nuestros pequeños árboles. Para ello bastará con dar una vuelta por nuestros campos, con los ojos bien abiertos. Encontraremos una gran variedad de formas que surgen del diálogo de los árboles con el trabajo de los campesinos.
La naturaleza sigue su ritmo, con una matemática inexorable, que sólo puede ser dirigida por el trabajo paciente.